Foto: Para muchos, el recibimiento a Siles Zuazo del 8 de octubre de 1982, fue la concentración más grande en la historia boliviana.

El ‘sí, juro’ de Siles Zuazo llegó casi a las 16.30 de ese 10 de octubre de 1982.

El domingo 10 de octubre de 1982, Bolivia dejaba atrás una de las páginas más oscuras de su historia, la época de las dictaduras que golpearon al país desde 1964, sembrando terror y muerte. Hernán Siles Zuazo asumía la presidencia. El pueblo festejaba.

Cerca de las 16.30 de esa jornada, en el Palacio Legislativo de la ciudad de La Paz, la sede de gobierno, el jefe de Unidad Democrática y Popular (UDP) pronunciaba el esperado “sí, juro”, que fue recibido apoteósicamente por la multitud concentrada en la plaza Murillo, en sus alrededores, en otros puntos de la urbe y del país.

Dos días antes, Siles pisaba de nuevo suelo boliviano tras su exilio. Prometía esperanza, un “nuevo tiempo”, uno de “libertad, democracia y justicia social”. Arribaba de Lima, Perú, en un avión de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB). Había sido proclamado presidente constitucional, a la par de Jaime Paz Zamora como vicepresidente.

Ya en territorio peruano había lanzado una frase profética. “La marcha de la democracia es incontenible en América Latina y pronto llegará a todo el sur”. Entonces, las botas de los militares aún marcaban el paso de la represión en Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay; Panamá y buena parte del mapa de Centroamérica.

Centenares lo esperaban en el aeropuerto de lo que hoy es El Alto. Miles en el trayecto a su residencia en San Jorge. Cerca de las 16.00, escoltado, emprendió el viaje por la autopista, por la avenida Montes… hasta que la muchedumbre le cortó el paso. Descendió del vehículo en la Pérez Velasco. Tenía una cita con la historia.

Varios minutos le tomó llegar al balcón en la plaza San Francisco. Todos querían abrazarlo, tocarlo… Siles simbolizaba la esperanza, pese a los nubarrones de las crisis política y económica heredadas por el saqueo y la mala administración. La emoción marcó su discurso. Para muchos, fue la concentración más grande de la historia boliviana.

Y así llegó el 10 de octubre. Desde temprano, fabriles, mineros, ferroviarios, constructores, campesinos… la población en general se congregó para vigilar el traspaso del poder, para celebrarlo, tal como lo había garantizado el general Guido Vildoso, quien pasaría a ser el último presidente de facto con uniforme militar.

El Congreso iba a formalizar la proclamación oleada y sacramentada el 1 de octubre. Bolivia era el epicentro de la atención en la región, sobre todo. Mandatarios y delegados de América, Europa y Asia figuraban entre los invitados, como los presidentes Fernando Belaúnde (Perú), Belisario Betancur (Colombia) y Osvaldo Hurtado (Ecuador).

Estados Unidos sentaba presencia con Dominick Di Carlo, secretario adjunto del Departamento de Estado. Una señal que no pasó desapercibida tras el apoyo que dio ese país a las dictaduras. Más aún, su nueva faceta había derivado en una alerta a Siles, el 6 de octubre, sobre un complot para matarlo. La mafia italiana era la protagonista.

ACTO

Relucían algunas ausencias, en medio de huidas y repliegues. El dictador Luis García Meza había fugado una jornada antes a Buenos Aires; otro represor, Hugo Banzer, estaba en Miami o Buenos Aires; el dirigente obrero Juan Lechín se había ido a Caracas; y el expresidente Víctor Paz Estenssoro viajó a Tarija, alegando cuestiones de salud.

Las manecillas del reloj marcaban casi las 16.00, Siles Zuazo y Paz Zamora tomaban su lugar en el hemiciclo. El reto de dirigir un país casi en ruinas era asumido por esta pareja. La inflación marcaba un 123% de terror, pero no comparado al 8.767% de dos años más tarde. Bajo este panorama, el “sí, juro” llegó media hora después.

Siles tomó aire y emitió su primer discurso oficial como presidente. La emoción dominaba el ambiente. Posteriormente tomó posesión del Palacio de Gobierno, desde donde emitió otro mensaje a la multitud, al país expectante. Eso sí, se puso la soga al cuello. Pidió 100 días para resucitar a Bolivia, controlar la crisis desbordada.

El paceño sabía que el desafío era titánico. Y los guiños de la fatalidad lo perseguían. En Lima golpeó su rostro contra una puerta de cristal. Al descender en un camión tras su llegada a La Paz, le habían robado la billetera. Cuando se le puso la banda presidencial, se atascó en su traje, y la medalla de Simón Bolívar le fue puesta al revés.

¿Algo más? Sí. ¿Por qué su discurso presidencial lució desorganizado? Es que las páginas de su mensaje se entrepapelaron tras caerse en el suelo, por lo cual tuvo que dar rienda a la improvisación. Tal vez fueron señales para este político nacido en 1913 y fallecido en 1996, amante de los cigarrillos LM o Derby, y las tazas de café tinto.

La noche de ese día histórico, Siles posesionó a sus primeros 16 ministros (hasta el final de su mandato acortado nombró a 80, todo un récord). Ese 10 de octubre de 1982, el líder de la UDP marcó el retorno del país a un sendero que se creía perdido, el de la democracia. Hoy, 40 años después, ésta sigue en construcción, con sus luces y sombras, en un país de esperanza.

Artículo con datos de “El proceso nacional y popular”, “Historia de Bolivia”, “Entre urnas y fusiles”.

/RI/Fuente: La  Razón

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